jueves, 24 de noviembre de 2022

Soneto "Camino del Sicilia". Tercio Viejo de Sicilia, San Sebastián, Guipuzcoa.




 

Soneto "Camino del Sicilia"


Este es el Tercio Viejo... Que en la muerte 

probó mas de cien veces su nobleza.

 

Aquí sintió España fortaleza 

cuando necesitó ser la mas fuerte.


¡¡ España es inmortal !! Aquí se advierte, 

Que la historia está viva, que aquí empieza 

la razón del soldado y su grandeza 

cuando la vida en lucha se convierte.

 

El Tercio Viejo de Sicilia sabe 

que entre el mañana y el ayer no cabe 

mas que un camino recto hacia la gloria. 


Y aquellos que la vida se dejaron 

enseñando a morir, nos señalaron 

como se lleva a España ¡¡ A la victoria !! 


¡EN EL COMBATE!, ¡¡VALOR!!. 

¡EN NUESTROS IDEALES!, ¡¡FIRMEZA!!. 

¡EN LA PREPARACIÓN!, ¡¡CONSTANCIA!!



Resilencia Urbana, riesgos y amenazas, por Fco. López-Roldan Otaduy




Conferencia con diapositivas, sobre resiliencia urbana. La respuesta de la ciudad a los retos y amenazas en nuestros días. COAVN delegación de Guipúzcoa, junio de 2018. Por Francisco López-Roldan Otaduy.


domingo, 27 de enero de 2019

Jean-Michel Sallmann: «Exterminar al pueblo indio en América no hubiera tenido sentido para los españoles»

El profesor de Historia en la Universidad francesa de París X-Nanterre acaba de publicar en castellano el libro «Indios y conquistadores españoles en América del norte: hacia otro El Dorado» (Alianza Editorial, 2018), con el objeto de alumbrar de forma amena y minuciosa la odisea hispánica menos conocida al otro lado del charco




Los españoles llegaron al norte de América buscando lo mismo que en el sur, descubrir una nueva Tenochtitlán o un nuevo Cuzco. La historia de Juan Ponce de León, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Hernando de Soto, Francisco Vázquez de Coronado o Pánfilo de Narváez no tiene nada que envidiarle a la de Francisco de Pizarro en Perú o la de Hernán Cortés en México, salvo porque los resultados fueron menos espectaculares. Arriba no había grandes imperios que someter, sino una algarabía de tribus dispersas por un territorio enorme y hostil, pronto en disputa con franceses e ingleses.

El profesor de Historia en la Universidad francesa de París X-Nanterre Jean-Michel Sallmann acaba de publicar en castellano el libro «Indios y conquistadores españoles en América del norte: hacia otro El Dorado» ( Alianza Editorial, 2018), con el objeto de alumbrar de forma amena y minuciosa la odisea hispánica menos conocida al otro lado del charco. Su obra e investigación, que cuenta con una excepcional traducción de Ramón García Fernández, cubren un gran vacío historiográfico. Si Sallmann puede, a pesar de no ocultar su admiración por la hazaña de esos españoles, sortear o no algunos de los tópicos de la Leyenda Negra resulta más difícil de determinar...

¿Por qué los conquistadores de América del Norte han atraído apenas atención en comparación al resto de aventureros?

Depende desde qué lado lo mires. Del lado español, el resultado de estas expediciones es decepcionante. Por lo tanto, es preferible, desde el punto de vista de la historia nacional, enfatizar las conquistas que han tenido éxito en Centroamérica o en los Andes, en lugar de aquellas que han fracasado. Por otro lado, en el lado estadounidense, estas expediciones han sido analizadas con precisión, pero nuevamente, desde un punto de vista estrictamente nacional. Trataron de utilizar las crónicas que llegaron a nuestros días para encontrar a los jefes indios que desaparecieron entonces o que migraron del mapa de los actuales EE.UU. En ambos casos, el aspecto geopolítico ha sido ignorado a favor de la novela nacional.

¿Por qué el avance en el norte fue más complicado que en los territorios dominados, como México y Perú, por imperios bien armados?

Los españoles, los castellanos, para ser más precisos, no eran muy numerosos. Los ejércitos que conquistaron México y Perú tuvieron números reducidos de efectivos, unos pocos cientos para el caso de Cortés, 150 a 200 para el de Pizarro. En este sentido, los imperios azteca e inca estaban centralizados y organizados en federaciones de jefes que aceptaban a regañadientes el poder del mando dominante. Bastó reunir a unos pocos jefes disidentes, como los tlaxcaltecas en México, por ejemplo, y tomar el centro político de estos imperio (Tenochtitlan, Cuzco) para que el resto colapsara. Al norte de México la situación era diferente. Los territorios son muy extensos, las poblaciones muy dispersas, ya sea en aldeas «oasis» a lo largo de los ríos, o en formas tribales y nómadas (los apaches, por ejemplo). Los medios utilizados para conquistarlos se revelaron con el tiempo insuficientes, especialmente porque los conquistadores no encontraron lo que habían ido a buscar: minas de metales preciosos, ciudades ricas para saquear como lo fueron Tenochtitlán o Cuzco...

Usted dice en el libro que nada queda de la huella española en América del Norte al respecto del supuesto fracaso de los españoles en esta región. ¿Es posible que la historia contada por el mundo anglosajón (enemigo tradicional del mundo latino y católico) haya solapado parcialmente la memoria hispánica?

Tal vez decir nada sea exagerado. Decir que no queda mucho sería algo más correcto. Sigue siendo una ciudad española la primera creada en el continente, San Agustín, así como algunos nombres de lugares como San Francisco o Albuquerque. Florida fue cedida en 1819 por el Tratado de Adams-Onis. México se independizó en 1821, y pronto cedió el 40% de su territorio a los Estados Unidos por el Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848). La frontera entre los dos estados se estableció en el Río Bravo (Grande para los estadounidenses). Aquello fue una hemorragia considerable para el mundo hispánico.

Dicho esto, no hay que confundir a España con México. Sin negar su pasado español, México quiere ser un país mixto de españoles e indígenas. Aquella súbita pérdida de territorio sigue siendo un amargo recuerdo para la pobre México «tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos», por usar una expresión de Porfirio Díaz. Hoy son los mexicanos y los centroamericanos quienes están conquistando estos territorios perdidos, pero pacíficamente, gracias a la fertilidad de su población. Y con muro o no muro, Estados Unidos nunca detendrá esta presión demográfica.

¿Los ingleses y los franceses actuaron en su avance de manera diferente a los españoles con la población indígena?

Sí, a los tres pueblos colonizadores les fue bien de una manera diferente. Los españoles llegaron a América en busca de una fortuna inmediata, ya sea saqueando ciudades ricas en metales preciosos o encontrando vetas de oro o plata. Los conquistadores también trataron de trabajar tierras (encomiendas) en las que vivir como aristócratas. Necesitaban la mano de obra india para cultivar estas encomiendas y explotar las vetas de metales preciosos. Como buenos católicos, cristianizaron a los indios gracias al conocimiento de las órdenes religiosas, mezclándose con las familias principescas indias y con los estratos más modestos de la población india al elegir allí a sus esposas. Probablemente no haya en el México actual un indio cuya sangre sea pura. En Perú, el historiador, poeta y filósofo Garcilaso de La Vega estaba orgulloso del título de Inca que se había atribuido a sí mismo, pero en realidad era mestizo, hijo de un conquistador y de una princesa inca.

Ingleses y franceses procedieron de manera diferente. Los franceses fueron relativamente pocos en América del Norte, poco atraídos por Canadá y su clima hostil. Los que emigraron allí lo hicieron interesados, sobre todo, en el comercio de pieles, que era un negocio muy rentable. Muchos de ellos se convirtieron en «corredores», se casaron con indias y se «indianizaron». La debilidad demográfica por parte de estos colonos franceses los obligó a confiar su protección en los jefes indios aliados para resistir a los ingleses.

Los ingleses se sintiron atraídos por América por razones religiosas y políticas. Los disidentes religiosos y los opositores políticos encontraron allí un refugio y abundantes tierras fértiles para explotar. Sin embargo, los indios les resultaron molestos. Después de haber probado a vivir, como los colonos franceses, del comercio de pieles, intentaron establecer en el continente una sociedad que se asemejara lo máximo posible a la que habían dejado en las Islas Británicas. Pronto, estos invasores se apoderaron de tierras indias empujando a las poblaciones nativas hacia el oeste. Cuando la migración comenzó a hacerse masiva por razones económicas en el siglo XVIII, y especialmente en el siglo XIX, no dudaron en usar la violencia contra esta población indígena. El ejército de los EE.UU. recibió órdenes de recluir a los indios en reservas, cuyos límites ni siquiera se respetan con el tiempo.

¿Consideras que los españoles, a tenor de la caída demográfica que se produjo entre los indígenas, fueron responsables de un genocidio en América?

Para hablar de genocidio, lo primero es definirlo. El genocidio consiste en una política voluntaria de aniquilación de una población. No hubo genocidio de los pueblos indígenas por parte de los españoles por una simple razón: los españoles conquistaron territorios para enriquecerse y acceder a un estilo de vida aristocrático mediante la explotación de tierras y minas de oro y plata. No intentaron trabajar allí por su cuenta, sino hacer que la fuerza laboral local trabajase para ellos. La desaparición de casi el 90% de la población indígena en América Central se debió a epidemias causadas por enfermedades desconocidas allí y para las cuales los indios no eran inmunes. Es obvio que la caída de la población nativa perjudicó la rentabilidad de las encomiendas, como se puede comprobar a través de los textos que enviaron estos propietarios al Consejo de Indias en Sevilla. Los archivos nos muestran perfectamente que estos aristócratas fueron los primeros en lamentar la caída de la fuerza laboral india. No fue hasta la década de 1650 que se detuvo la sangría demográfica. Exterminar al pueblo indio no hubiera tenido sentido para los colonos.

El ejemplo de Canadá es interesante en este punto. Cuando los franceses pisaron el continente en la década de 1530, las poblaciones costeras ya sufrieron el choque microbiano provocado por los pescadores de bacalao y los balleneros vascas, bretonas e inglesas que habían estuvieron pescando en la costa desde finales del siglo XV. Los indios murieron de viruela y enfermedades pulmonares sin haber conocido a ningún europeo.

Después de la Guerra de Independencia estadounidense, las 13 colonias experimentaron un despegue demográfico y económico. Todo lo contrario sucedió en la otra América después de la partida de los españoles. ¿Por qué un territorio fue hacia abajo y otro hacia arriba?

Las 13 colonias independientes se desarrollaron gracias a la inmigración masiva de todos los países europeos y al trabajo de los esclavos africanos. También heredaron las revoluciones comercial, industrial y agrícola que se estaban manifestando en todo el norte de Europa desde finales del siglo XVIII. Nueva York y Boston estaban conectadas con el resto del mundo gracias a su poderosa marina. La cultura industrial del algodón y el tabaco enriqueció a las colonias aristocráticas del sur, y la industria pesada temprana se desarrolló en las colonias del norte.

Mientras tanto, nada de esto está sucediendo en España, que seguía viviendo en el siglo XVI. Su imperio estadounidense vivió ese mismo ritmo y no fue hasta finales del siglo XIX cuando México comenzó a resurgir de su letargo económico, gracias a la apertura de su economía al capital extranjero y luego a la explotación de sus fabulosos depósitos. De aceite en el siglo XX. México es hoy una de las primeras potencias económicas del mundo, a pesar de la guerra civil latente que la socava.

¿Qué opinas de la reciente controversia sobre la retirada de las estatuas españolas de Cristóbal Colón y Fray Junípero en los estados americanos con pasado hispano?

El nacionalismo es y siempre será una estupidez que inflama los peores instintos del hombre.


Fuente: www.abc.es

domingo, 20 de enero de 2019

El Caney: la heroica gesta de un puñado de españoles frente a miles de yanquis


Durante la Guerra de Cuba poco más de 520 encorajinados soldados, bajo el mando del general Vara de Rey, pusieron en jaque a más 6.000 estadounidenses




«El valor de los españoles superó todo lo imaginable. Las granadas hacían explosión en las calles, los blocaos saltaban por los aires, esquirlas de plomo barrían las trincheras, penetraban en cada rendija, en cada esquina, en cada aspillera, pero los soldados de aquel incomparable héroe, el general Vara de Rey, serenos y decididos, no dejaban de emerger de las trincheras para lanzar descarga tras descarga contra los atacantes».

Estas fueron las palabras del coronel estadounidense Sargent -recogidas en el Nº21 de Desperta Ferro Contemporánea: «Cuba 1898»- a propósito de la encomiable defensa del fuerte «El Viso» y de la posición estratégica de El Caney. Heroica labor llevada a cabo por un puñado de encorajinados e incólumes soldados españoles frente a un enemigo que los superaba más de diez veces en número.

Las muchas horas de combate en las que los poco más de 500 soldados de Vara de Rey se mostraron persistentes en su defensa trocaron la inevitable derrota en gesta imborrable. Este es el relato de un episodio que forma ya parte de la gloriosa historia española y cubana.

Parece ser que, como señalan no pocos autores, el interés que despertaba Cuba, la perla del Caribe, en Washington D.C se remonta hasta principios del siglo XIX. Ya desde tiempos del presidente Thomas Jefferson el recién nacido país habría realizado infructuosos intentos de comprar la isla. Transacción a la que siempre se dio la negativa por respuesta desde la Península.

Sin embargo, los intentos de lograr la dominación de la codiciada insula no quedaron ni mucho menos aquí. En el año 1823 -como señalan Miguel del Rey y Carlos Canales en « Breve historia de la Guerra del 98»- el embajador estadounidense en Madrid le trasladó al ministro de Exteriores español, Evaristo Fernández de San Miguel, una nota en la que se aludía a la «anexión de Cuba como indispensable».

Fue con la firma del tratado de Ostende de 1850 (realizado por tres embajadores norteamericanos en Europa) que el interés del país por dominar este territorio caribeño se hizo explícito. En este informe -como relata Luis Navarro en « Las Guerras de España en Cuba»- «se declaraba que la anexión era necesaria para la seguridad de los Estados Unidos, por lo que se debía obligar a España a vendérsela por ciento veinte millones de dólares. De no aceptar España esta fórmula, la isla podría serle arrebatada a cualquier precio».El valor de los españoles superó todo lo imaginableCoronel Sargent

Definitivamente, a partir de 1895 -momento en que Estados Unidos había logrado situarse como potencia económica e industrial- el país norteamericano decidió lanzarse a ocupar aquellos territorios que tenía más a mano, entre los que destacaban las islas ubicadas en el Caribe y el Pacífico (como Cuba, Puerto Rico y Filipinas). Motivación que llevó a la (teórica) nación amiga de España a invertir gran cantidad de recursos en la construcción de un ejército (especialmente una armada) acorde a la empresa.

El gobierno español, lejos de plantar cara a la injerencia anglosajona, se limitaba a tratar de satisfacer las demandas yanquis con el fin de apaciguarles. Sin embargo, el embajador estadounidense en Madrid -cuyas palabras aparecen recogidas en la obra Rey y Canales- no parecía estar satisfecho con los esfuerzos realizados desde la capital por normalizar la situación: «Un solo poder y una sola bandera pueden imponer la paz en Cuba. Ese poder es Estados Unidos y esa bandera nuestra bandera».

Washington contaba además a su favor, en lo que a la toma de la codiciada ínsula se refiere, con la falta de un sentimiento de nacionalismo «per se» tan difícil de lograr en una sociedad multirracial como la caribeña. Parece ser -según relata Navarro- que en Cuba existía «una fuerte tendencia al mantenimiento de la unión con España, o a la anexión a los Estados Unidos».

Con todo esto, el hundimiento (probablemente intencionado) del acorazado «USS Maine» el 15 de febrero de 1898 en el puerto de La Habana acabó por provocar la entrada en la guerra de los yanquis (25 de febrero). Contienda que de hecho ya se estaba librando entre españoles y cubanos independentistas desde 1895. Como explican Del Rey y Canales, desde entonces Estados Unidos siempre ha justificado sus intervenciones militares internacionales en base a una provocación. De este modo, como afirma Luis Navarro en su obra, entre el 8 y el 9 de junio, se produjo en la bahía de Guantánamo el primer desembarco de soldados yanquis en la isla.



Restos del «USS Maine» - ABC


Parece ser que -como señalan Del Rey y Canales- a los oficiales yanquis les preocupaba la imagen que estaban dejando las tropas estadounidenses en los inicios de la contienda. El sonoro ridículo que implicó para los norteamericanos la batalla librada el 24 de junio en Las Guásimas (sonrojante episodio en el que los españoles infligieron un elevado número de bajas a unas tropas mejor equipadas y superiores en número), ejemplificaba la «inexperiencia y falta de preparación» del contingente anglosajón.

Gracias a la retirada de los españoles de la zona de Sevilla -una vez acabaron con todos los yanquis que pudieron- el general estadounidense Shafter (al mando del V Cuerpo de Ejército), se encontraba ya a poco más de diez kilometros del importante enclave de Santiago. Ante el previsible ataque norteamericano, el teniente general Arsenio Linares -gobernador de la ciudad- se dispuso a preparar la defensa del importante enclave, para lo cual -como expresa Puell de la Villa en « El desastre de Cuba, 1898: Las Guásimas, El Caney, Las Lomas de San Juan»- procedió a reforzar las posicionescercanas relativamente fortificadas.

Con ese objetivo, la defensa de El Caney (posición ubicada a escasos seis kilómetros de Santiago) fue puesta bajo el mando del general ibicenco Joaquín Vara de Rey por el mismo Linares. La misión del oficial y de sus poco más de quinientos efectivos (391 miembros del Regimiento de infantería de la Constitución, 41 del de Cuba y 95 voluntarios) era la de frenar en la medida de lo posible el avance estadounidense dirigido hacia la ciudad cubana. Shafter por su parte destinó la mayoría de las fuerzas, pertenecientes al V Cuerpo del ejército, al principal foco de resistencia ubicado en las Lomas de San Juan.

La posición escogida por Vara de Rey para dirigir la defensa del enclave fue el fortín «El Viso», una construcción facturada durante la Guerra Grande (1868-1878) y ubicada sobre un montículo. Además, las tropas españolas también contaban con seis blocaos (construcciones defensivas de madera) distribuidos en torno a El Caney: Norte, Río, Asia, Matadero, Izquierdo y Cementerio. Con el fin de dificultar aun más el avance yanqui también cavaron líneas de trincheras, desplegaron alambradas de espino y abrieron aspilleras en las casas y la iglesia.


Soldados españoles durante la Guerra de Cuba (1895-1898) - Museo ABC


Como explica Matt Casado en « La Guerra Hispano-Estadounidense de 1898», Shafter se desplazó a una posición cercana a El Pozo, desde donde tenía una buena perspectiva de las tropas enemigas. El ataque sobre El Caney, según lo entendía el general yanqui, era meramente secundario. La principal motivación del mismo era evitar que los hombres de Vara de Rey tratasen de entorpecer el avance estadounidense sobre Lomas de San Juan, posición hacia donde los soldados norteamericanos debían dirigirse una vez que hubiesen acabado con la resistencia española. Para llevar a cabo la misión, se escogió al oficial Henry W. Lawton, el cual contó desde el momento de su salida de El Pozo (30 de junio) con un contingente superior a los 5.000 efectivos.

Encontrándose ya cerca del Caney, el ejército se dividió en tres brigadas. Como señala Puell de la Villa, la 1ª (dirigida por Ludlow) se ubicó al sur del enclave español, la 2ª (general Miles) en la retaguardia de la anterior y la 3ª (comandada por Chaffe) en el nordeste. El tiempo que Lawton consideraba necesario para acabar con la resistencia era de dos horas escasas.
500 contra 6.000

La batalla tuvo su inicio en torno a las 6 de la mañana del 1 de julio. Las tropas yanquis comenzaron empleando su artillería con el fin de ablandar la posición lo máximo posible. Sin embargo, como explican Del Rey y Canales en su obra, el ataque estadounidense -concentrado en los blocaos- no tuvo prácticamente ningún efecto en las defensas, ya que por lo normal los proyectiles se quedaban largos o cortos de su objetivo.

Tras el fracaso de este primer intento de acabar con el pequeño contingente por la vía rápida las unidades de infantería tomaron la iniciativa. Fue en este punto en el que los hombres de Vara de Rey dejaron claro que no pensaban dar un paso atrás. Desde El Caney los soldados españoles comenzaron a realizar descargas una y otra vez sobre los desventurados estadounidenses. Por más hombres que Lawton enviara el resultado era siempre el mismo: una carnicería. La cadencia de disparos desde las posiciones hispanas era tan breve que, según explica Puell de Villa, el general norteamericano llegó a pensar que solo en «El Viso» debía haber más de 500 efectivos. Del Rey y Canales señalan que después de cinco horas de batalla (más del doble de lo previsto) los atacantes a penas habían logrado hacer mella en el poblado.

Sin embargo, con la llegada de la brigada independiente de Bates (enviada por un general Shafter que ya estaba harto de esperar) la heroica defensa española estaba a punto de llegar a su fin, aunque de hecho aguantó aun bastante tiempo. Todo esto a pesar de que, una vez arrivaron los refuerzos -como señala Puell de la Villa en la revista Nº 21 de Desperta Ferro- los escasos 520 hombres de Vara de Rey hacían frente a 6.453 yanquis y 200 independentistas cubanos. Una desproporción numérica considerable.Y esta lucha de El Caney ¿No aparecerá siempre ante todo el mundo como uno de los ejemplos más hermosos de valor humano y de abnegación militar?Capitán Wester

Vara de Rey acabó muriendo víctima de un disparo en la cabezacuando era transportado en camilla fuera de El Caney. El general ibicenco había sido herido en las piernas tras la destrucción del fortín desde el que dirigía la defensa. Mientras era conducido fuera del poblado, varios estadounidenses abrieron fuego al avistar la comitiva destinada a trasladar al maltrecho militar. Como explica Puell de Villa, la desmoralización ante la pérdida del oficial al mando cundió entre los españoles. Fue este el momento en el que se inició la desbandada hacia Santiago.


Imposición de medallas a los héroes de El Caney y Lomas de San Juan - ABC

Imborrable gesta

La batalla de El Caney no pasó desapercibida ni en España ni en el extranjero. El agregado militar sueco en Washington dedicó unas bellas palabras a esta labor llevada a cabo por un puñado de soldados españoles:

«¡Después de esto, ni una palabra más se escuchaba en el campo americano sobre la cuestión de la inferioridad de la raza española!»

«Y esta lucha de El Caney ¿No aparecerá siempre ante todo el mundo como uno de los ejemplos más hermosos de valor humano y de abnegación militar?»

Por su parte, en la Península, la revista Blanco y Negro en su número del 9 de julio de 1898 se hacía eco de la titánica labor de estos estoicos soldados y su general, de los que dijo que resistieron «como si fueran no hombres sujetos a las debilidades de la carne, sino estatuas de bronce a las que animara un hálito divino».


viernes, 5 de octubre de 2018

Africa, Revista de Tropas Coloniales



Para acceder al ejemplar Nº 29, pincha en la imagen




Publicación continuadora de la Revista de tropas coloniales (título este que pasa a ser el subtítulo) que fundara en Ceuta, en enero de 1924, el general Gonzalo Queipo de Llano (1875-1951), junto al entonces teniente coronel Francisco Franco (1892-1975), que desde enero del año siguiente venía apareciendo como su director, además de uno de sus articulistas. El nuevo título lo adopta en febrero de 1926, continuando la numeración del predecesor, y manteniendo asimismo la misma estructura formal y la naturaleza de sus contenidos, tanto por sus textos como por sus destacadas y bellísimas ilustraciones, como “propagadora de estudios hispano-africanos”. El nuevo título aparecerá tímidamente reducido en su cubierta, hasta que en enero de 1927 –en su tercer año de publicación- adquiere tipográficamente relieve, manteniendo al mismo tiempo el subtítulo “revista de tropas coloniales”.

Ya en 1925, cuando Franco había sido promovido al empleo de general de brigada por “méritos de campaña”, había puesto a disposición su cargo de director de la revista ante la posibilidad de ser destinado por el Gobierno a algún territorio de la península, pero tales circunstancias no impidieron a Franco seguir desempeñado “tan acertada y brillantemente como hasta el presente la dirección y orientación” de la revista, y continuará apareciendo nominalmente como su director hasta enero de 1929, reapareciendo posteriormente como tal en otro periodo de la misma.

La revista seguirá siendo el órgano orientador del militarismo africanista que había anidado en el Protectorado español en Marruecos y que había roto drásticamente con el anterior africanismo español de la Restauración, y cuyo grupo formará el grueso de jefes y oficiales conspiradores que más tarde convergerán en el golpe de Estado del 18 de julio de 1936. El director artístico y principal autor de las bellísimas ilustraciones (dibujos y acuarelas) tanto de sus cubiertas –estampadas a varias tintas- como en su interior sigue siendo el pintor granadino Mariano Bertuchi (1884-1955). Como redactor jefe y otro de sus principales articulistas aparece Antonio Martín de la Escalera; como secretario de redacción, J. Ortega Costa, y como administrador, J. María Miró Bernat. Siguen perteneciendo a su cuerpo de redacción Tomás García Figueras, Enrique Arques, Clemente Cerdeira, Cándido Lobera, Andrés Allendesalazar, Fermín Villalta, Rodolfo Gil (Amor Benomar) o F. Hernández Mir, junto a articulistas como Julio Mena Zueco, Juan Santillana, Francisco Sureda Blanes, J.M. Vizcaíno, M. Álvarez Salamanca, C. López Castillejos, Gonzalo de Reparaz, Humberto F. Cortaceros Henares, Pedro Villacañas, Andrés Sánchez Pérez, J. Eugenio Ribera, César Voyer Méndez, Rafael Fernández de Castro, Joaquín Mas y Guindal, José Asensio Torrado, Santos Fernández, Rafael Candel Vila, J. Carrasco Téllez o Fernando de Carranza, entre otros muchos.

Los artículos que publica son de naturaleza variada, entre los que se incluirán los de carácter puramente militar, como los dedicados a estrategia y operaciones militares o los de carácter histórico-militar, junto a los dedicados a divulgar la historia, economía, cultura, sociedad, costumbres o geografía de las distintas zonas y ciudades marroquíes. Mantiene también secciones como la Revista de libros, La España musulmana, Marruecos pintoresco y Marruecos artístico, y muchos de sus números serán iniciados con una serie bajo el título El Estrecho de Gibraltar, episodios principales de una tragedia histórica, que escribe Gonzalo de Reparaz.

Destacan también las bellas ilustraciones que acompañan a los textos, dibujos y acuarelas del ya citado Bertuchi, junto a otras de Carlos Miciano, J. Pitarch, F. Ramos, L. Meléndez, Sáinz de la Maza, M. Benitah y Blanco, Antonio Got, A.M. Ferreres, entre otros. Destacan asimismo el gran número de fotografías que publica, como las de Bartolomé Ros (1906-1974), Palacios, Fraglia, Calatayud, Carbonell, Patiño, Torres Molina o Perera, entre otros muchos fotógrafos, de vistas, paisajes, edificios, costumbres, pintoresquismo y ciudades marroquíes, además de las que inserta sobre monumentos y edificios árabes españoles de ciudades como Granada, Sevilla o Toledo, y de tropas y retratos de jefes del ejército español en el Protectorado, todas ellas originales. Además de mapas y croquis.

La revista, como publicación de estudios hispano-marroquíes y africanos, continuó siendo estampada por la ceutí Editorial Hércules, indicado después que salía de talleres propios: Imprenta Tropas Coloniales. La dirección de su redacción y administración era un apartado de correos, contando, asimismo, con teléfono. El número 138 es el último de la colección, correspondiente a junio de 1936, cuando Franco hacía tiempo que había dejado de aparecer en la cabecera como director de una revista de la que se ha escrito que sus principales sustentadores fueron los generales africanistas e intervencionistas Queipo, Millán Astray y, especialmente, de quien pocos meses después asumirá la jefatura del Estado español, tras el golpe militar del 18 de julio de 1936. La publicación dejará de publicarse durante la guerra civil, para reaparecer en Madrid como publicación oficial en 1942, y seguir siendo editada mensualmente, a partir de 1945, por el Instituto de Estudios Africanos, adscrito al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), bajo la dirección del director general de Marruecos y Colonias, el general José Díaz Villegas, hasta su desaparición en 1978.




sábado, 29 de septiembre de 2018

La partida de póquer que no se jugó





En 1929 los cañones de artillería salieron de sus cuarteles en Paterna durante unas pocas horas, pensando que el capitán general lideraba un golpe que finalmente no llegó a arrancar

Alberto Castro Girona, capitán general de Valencia a finales de los años 30, era famoso por no arriesgar jamás más de la cuenta. “Cuando juega al póquer, sólo apuesta si tiene cuatro ases y un comodín” decía la gente que lo conocía. Así que en las salas de bandera de los cuarteles de Valencia se respiraba –en secreto- una euforia contenida al saberse que él estaba al frente de un golpe militar contra Primo de Rivera.

Años atrás era mucho más impulsivo, como cuando se disfrazó de carbonero para entrar en la ciudad rifeña de Xauen y negociar –él solo- la rendición de la plaza. A los pocos meses de esta hazaña su hermano pequeño, el teniente coronel Carlos Castro Girona, quien fuera jefe de Estado Mayor de Larache, moría a balazos en El Retiro a manos de un capitán-marido despechado, y ya dejó de ser el mismo. Decidió que la vida era demasiado preciosa como para ponerla en jaque. Las balas que asesinaron a su hermano Carlos también mataron su ímpetu.

Pero volvamos donde nos habíamos quedado.

En 1929 Alberto Castro Girona era el líder militar de una sublevación diseñada y dirigida por José Sánchez Guerra, político que había sido presidente del Congreso y presidente del Consejo de Ministros, y que en esas fechas se encontraba exiliado en Paris por su enfrentamiento con Primo de Rivera.

A Primo ya no le respaldaba ni poder civil ni gran parte de la sociedad, y dentro del Ejército estaba enemistado con todo el Cuerpo de Artillería, así que el plan estaba claro: una asonada militar levantando más de 20 regimientos artilleros, y cuyo epicentro sería Valencia.

La idea era que hasta el puerto de El Grao llegara Sánchez Guerra que, con la plaza levantada en armas por el capitán general de Valencia, tomaría el Regimiento de Artillería Ligera nº 5 de Paterna, para luego marchar a Ciudad Real a levantar el Regimiento de Artillería Ligera nº 6, y finalmente a Madrid. Era un plan en el que los regimientos artilleros irían cayendo como fichas de dominóen un efecto cascada hasta la capital.

Llegó el día planeado, el 28 de enero de 1929, y Sánchez Guerra pasea por el muelle del puerto francés de Port Vendrés. Está temblando. Intenta tranquilizar a su séquito diciéndoles que es por el frío…., pero el verdadero motivo es que el barco que ha de llevarlos a Valencia no aparece. El buque “Onsala” lleva varias horas de retraso a causa de una tormenta.

Mientras esperan el barco, los artilleros de Paterna siguen con el plan. Ya están acuartelados y engrasando sus cañones. Esperando.

Por fin, los 1.500 kilos de acero y hierro asoman por el horizonte y Sánchez Guerra, acompañado de sus fieles, embarca rumbo a Valencia, pero con un día de retraso, tiempo suficiente para que los preparativos del golpe dejen de ser un secreto para Primo de Rivera.

Se había perdido el factor sorpresa de la asonada militar.

El capitán general de Valencia mira sus cartas y se da cuenta de que –tras el retraso- ya no lleva una buena mano para esta partida. Decide no jugarla, retirarse. Así que cuando finalmente la noche del 29 de enero llega Sánchez Guerra a los cuarteles de Paterna a arengar a los oficiales, Castro Girona se va a su cama como si nada, dando orden de que no lo despierten.

A la mañana siguiente se negará a recibir una misiva que desde Paterna le envía Sánchez Guerra donde le animaba a seguir con el plan. Ante este silencio, el político no tiene más remedio que desplazarse él mismo hasta Capitanía exigiendo ver al general Castro Girona.

Allí, el Capitán General accede a verle, pero para invitarle a abandonar la ciudad, haciéndole saber que nada quiere saber ya de ese golpe, que le da unas horas para “escapar” y que se mantiene fiel a Primo de Rivera.

Sánchez Guerra miró a los ojos al general. No tenía intención de salir huyendo. Suspiró y le dijo con voz firme y serena: “Yo he venido aquí a representar un drama, no un sainete”.

Se negó a huir en esas horas que le ofreció Castro Girona, y acabó preso en las Torres de Quart primero, y luego en el cañonero “Dato”, amarrado en Valencia hasta la celebración del Consejo de Guerra.

El juicio se celebró en plena descomposición del régimen de Primo de Rivera. Así que aunque el fiscal pedía seis años de cárcel, Sánchez Guerra fue absuelto al entender el tribunal que, con su golpe, estaba intentando restablecer la democracia asaltada años antes por el dictador.

El general Castro Girona fue condenado a un año de prisión por “negligencia” y el regimiento de Paterna fue disuelto -como todos los de artillería- “por ser vivero propicio de rebeldías.”

Jamás sabremos qué hubiera pasado si el capitán general de Valencia se hubiera animado a jugar esa partida de póquer con las cartas que llevaba. Le podría haber ido peor y acabar fusilado, o mejor, acelerando unos meses la caída de Primo de Rivera y haciéndose con el poder.

Al final quedó algo entre lo trágico y lo cómico, entre el drama y el sainete. Una partida rara, de esas en las que el jugador que parece que va a ganarla se retira sin intentar siquiera un descarte.

Supongo que Castro Girona se preguntó más de una vez qué hubiera pasado si aquel barco no hubiera llegado tarde a causa de la tormenta.

Seguramente habría seguido con su plan, y Paterna se estudiaría en los libros de Historia como la ciudad desde la que el Regimiento de Artillería Ligera nº 5 acabó con el régimen de Primo de Rivera.

Al final fue Primo quien murió exiliado en Paris, mientras que Castro Girona vivió plácidamente cuarenta años más en su tierra. Eso es lo que pensaba cada mañana al levantarse: “Hice bien en retirarme de aquella partida, hice bien.....o no.”


Por Juanjo Crespo, (Experto en Seguridad y Geoestrategia.)


Para saberlo todo sobre el General Alberto Castro-Girona, pincha AQUI.



lunes, 17 de septiembre de 2018

"La Milicia Universtaria", Por Gustavo Villapalos, exrector de la Universidad Complutense





Si tuviera que definir la Milicia Universitaria diría que es el resultado de un matrimonio entre el Ejército y la Universidad. y si tuviera que ahondar en esta coloquial definición llegaría a la conclusión de que es un matrimonio "bien avenido" y, como tal, con una fértil línea de descendencia que ha heredado de sus padres las virtudes y características más representativas. De la madre -nuestra Universidad-, la presencia universal en el saber y quehacer de la sociedad, con todo lo que ello representa en la vida nacional; y del padre -nuestro Ejército-, la condición de salvaguarda de la vida nacional, en cuanto a su discurrir por el ordenamiento constitucional establecido y supremo deber de defensa, así como de garante de la libertad de la paz interior, unidad de la patria y la integridad de su territorio, tal como rezan las reales ordenanzas de Don Juan Carlos I -prolongación con la solución de continuidad del devenir histérico, de las de su ilustre antecesor Carlos III.

Pero no es mi intención discernir los papeles protagonistas -padre y madre- de esta unión conyugal, sino todo lo contrario. Quisiera resaltar el hecho de que, al igual que en una familia tradicional, cuando ambos se proyectan unidos, resueltos en afrontar las vicisitudes que la vida les va deparando, y a veces sorprendiendo, el fruto de su unión se convierte en un manjar exquisito que deleita y fortalece los vínculos necesarios que toda sociedad actual exige y demanda para poder asumir y desarrollar el tiempo histórico que le ha tocado vivir. En consecuencia, cuanto mayores son las virtudes y elevados los ideales de los "cabeza de familia", hay que presuponer que mayores y elevados serán también las virtudes e ideales de los "vástagos".

Por encima de los roles que la naturaleza establece para cada uno de los padres; más allá de interpretaciones mejor o peor intencionadas, hemos de concluir en que complementando, uniendo y proyectando la acción en el presente establecemos los pilares más sólidos del futuro, por incierto que ‚éste se nos presente.


A la luz de estas consideraciones puede comprenderse mejor el doble compromiso -institucional y personal- contraído para aumentar y profundizar aun más las ya estrechas relaciones que mantenemos con las Fuerzas Armadas.

Desde el punto de vista institucional, la Universidad Complutense, a la que tengo el honor de representar, es portadora de una larga vinculación con las FAS por vía del CESEDEN -Centro Superior de la Enseñanza de la Defensa Nacional-, pues en común mantenemos, entre otras muchas cosas, el desvelo por la enseñanza y práctica de valores indispensables para la formación y convivencia social, tales como la solidaridad, el compañerismo, la abnegación en el trabajo. Además, nos encontramos inmersos en la gestación de un proyecto I -que cuenta con todo mi apoyo y el de la Universidad Complutense- tendente a consolidar las asociaciones de antiguos o veteranos de la Milicia Universitaria cara a la formación de una confederación que aglutine a todas las asociaciones de veteranos de la milicia (CEOR-confederación Española de Oficiales de Reserva), con la esperanza de que la Universidad Complutense se vea "iluminada" con el nacer de esta confederación y con la perspectiva de su integración en la confederación Interaliada de Oficiales de Reserva (CIOR), vinculada a la OTAN. Nada me complacería más que la humilde aportación que, mi persona y la institución que represento, damos a este proyecto pueda servir para aunar las voluntades necesarias que impulsen la creación de una organización no política, no gubernamental y no lucrativa, empeñada fundamentalmente en contribuir al refuerzo del potencial de defensa, máxime si se piensa -y es mi caso que con el fin del sistema bipolar no desapa11 -Cuatro, S. A. recen los factores desestabilizantes que han impedido la paz y la distensión. Al contrario, como señalaba muy acertadamente el anterior director del CESEDEN, general López Sepúlveda, en el acto de clausura del XXVII Ciclo Académico de Centro, presidido por Su Majestad el Rey, "el Sur constituye un mosaico de potenciales conflictos y dada la superioridad territorial y humana del Sur respecto al Norte, cabe esperar serias confrontaciones en este Eje". Además del potencial peligro que supone el espíritu armamentístico, sobre todo el nuclear -añadiría yo.


                               


Pues bien, si hasta aquí he señalado lo que se hace público en cumplimiento que institucionalmente me vincula con las FAS, quiero ahora pasar a lo que constituyen mis vivencias personales. Aunque no es "noble etiqueta" que se me suela poner, es el hecho que serví a mi país en Infantería de Empresa constructora solicita para Marina - la más antigua del mundo- y que me honro siendo teniente del glorioso Cuerpo en su escala de complemento.
Puede, pues, comprenderse aún con mayor claridad cuál ha sido mi entusiasmo al ofrecer , mi apoyo y por ende el de la Universidad Complutense a los proyectos encaminados a reforzar los vínculos institucionales y personales porque, convencido como lo estoy de los posibles conflictos venideros, existen otros factores más cercanos en lugar y tiempo que son motivo de preocupación y reclaman toda mi atención: aunque pueda llegarse a la conclusión de que la "guerra" de las armas pueda desaparecer de nuestro mapamundi, siempre quedar esta otra, que nos sigue azotando y ahora muy particularmente en nuestra patria, que pudiéramos llamar el "sitio de los valores", en sus amplísimas connotaciones, por lo cual todo lo que sea reafirmación del espíritu de defensa poder conducirnos a ese rearme moral del que tan necesitados estamos en el mundo actual.


Pero no es mi intención inducir con mis palabras hacia una visión pesimista de nuestro presente, sino tan sólo exponer los distintos razonamientos que guían mi compromiso. Y en este sentido creo que se me brinda una ocasión excepcional, a través de estas líneas, para recordar a la sociedad española la aportación de hombres que supieron enriquecer la formación humanística, técnica o científica adquirida en las aulas con el espíritu de entrega y sacrificio característico de la institución militar. Hombres -no lo olvidemos- que se convirtieron en puentes entre la sociedad y el Ejército, y que si numéricamente son importantes (más de doscientos mil), cualitativamente y por su condición universitaria representan un enorme peso en la vida nacional: políticos, rectores, catedráticos de Universidad, así como figuras señeras de la cultura, el arte, ciencia, periodismo y literatura.
Para terminar sirva de glosa de este artículo y de mi pensamiento estas palabras pronunciadas por Su Majestad el Rey: "Esforcémonos demostrando una vez más la solidaridad con los Ejércitos en conseguir y reforzar la natural y recíproca confianza entre la sociedad y las Fuerzas Armadas".




Por Gustavo VILLAPALOS ( Exector de la Universidad Complutense 1987-1995)





Nördlingen, la sangrienta batalla en la que el ingenio de los tercios españoles aplastó al imbatible ejército sueco



En 1634, una hueste de tropas internacionales católicas, en la que combatieron regimientos hispanos, logró acabar con la hegemonía protestante en Alemania



Fernando II de Habsburgo


Con la pica clavada en tierra, miles de mosqueteros en línea y la sombra de decenas de estandartes adornados con la Cruz de Borgoña. Así combatieron las tropas españolas un día de 1634 cuando batallaban -junto a una alianza católica- contra miles de soldados protestantes en la ciudad alemana de Nördlingen. Aquella jornada no sirvió de nada el título de invencible que portaba el ejército sueco, pues, a base de sangre y arrojo, se impuso el morrión hispano.

Pero en esta batalla no sólo pudo verse una lucha encarnizada por la supremacía militar, sino que también se enfrentaron dos formas diferentes de hacer la guerra: la del ejército sueco –revolucionaria y novedosa- y la tradicional pero efectiva técnica de combate de los expertos Tercios.
Treinta años de guerra

La batalla, acaecida en territorio alemán, se enmarca dentro de la guerra de los Treinta Años, un conflicto latente desde mediados del siglo XVI que estalló debido, entre otras cosas, a la rivalidad existente entre los partidarios de la tradicional religión europea, el catolicismo, y los seguidores del protestantismo –una nueva rama de creencias escindida de la Iglesia católica-.

Esas tensiones enmascaradas se hicieron palpables cuando, en 1618, Fernando II de Habsburgo –ferviente católico-, se convirtió en Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (título que le permitía gobernar en buena parte del centro de Europa). Al parecer, esto fue demasiado para la nobleza protestante de Bohemia (actual República Checa), que decidió deponer al nuevo líder a base de espada para intentar instaurar sus propias creencias.

Este conflicto local pronto atravesó fronteras ya que, en poco tiempo, los contendientes comenzaron a pedir la ayuda masiva de los territorios europeos. Así, Fernando II no dudó en solicitar la intervención de España, mientras que, por su parte, los protestantes llamaron a filas a Dinamarca. La guerra había empezado e iba a dejar miles de muertos.

Tras décadas de combates, la situación se recrudeció cuando hizo su entrada en el conflicto la Suecia de Gustavo Adolfo II, un monarca que contaba con un ejército que usaba técnicas militares revolucionarias y esperaba su momento para hacerse valer en Europa. Sin duda, se acaba de despertar a un gigante dormido al que iba a costar derrotar.
La revolución militar sueca

Y es que Suecia llevaba varios años perfeccionando y renovando sus técnicas militares. «Gustavo Adolfo […] redujo la profundidad de la formación de diez a seis hileras e incrementó su poder de fuego al añadir cuatro piezas de artillería ligera por cada regimiento», explica el historiador británico Geoffrey Parker en su obra «La guerra de los Treinta Años».

Pero su revolución no se detuvo en este punto, sino que también incluyó la reorganización del ejército en nuevas unidades. «Gustavo Adolfo introdujo también una nueva unidad táctica, la brigada, formada por cuatro escuadrones (o dos regimientos) en formación en forma de flecha, con el cuarto escuadrón en reserva y apoyada por nueve o más cañones», completa el británico.


Gustavo II Adolfo de Suecia


A su vez, este interesado en el arte de la guerra realizó modificaciones en las tácticas relacionadas con la caballería. Esta solía usarse en el siglo XVII como una unidad móvil que, armada con pistolas, acosaba a los soldados de infantería con sus disparos para retirarse después velozmente a lomos de sus monturas. «Las cargas de caballería sueca a la espada, rodilla contra rodilla, superaban en el choque a las de otras caballerías, como la alemana y la española, realizadas con pistola al trote», determina en este caso el periodista y experto en historia Fernando Martínez Laínez en su libro «Vientos de Gloria».

No obstante, la gran transformación por la que pasaría a la Historia Gustavo Adolfo fue por la instauración en su ejército de la denominada doble salva. En esta táctica, según afirma Parker, «los mosqueteros se situaban en tres hileras, la primera arrodillada, la segunda cuerpo a tierra y la tercera en pie». De esta forma, se conseguía disparar dos veces más plomo sobre el enemigo que con la formación clásica y, en palabras de los expertos de la época, minar además la moral de los enemigos.
España en armas

Sin dudarlo, el monarca sueco se dispuso a avanzar sobre Alemania, lugar en el que desembarcó en 1630. A partir de ese momento su moderno ejército no encontró rival y, como se esperaba, contó todas sus batallas por victorias. De hecho, tal era su reputación militar que Suecia pronto recibió la ayuda de Francia e hizo pactos con el ducado de Sajonia-Weimar.

Ni siquiera la muerte de Gustavo Adolfo en una de las contiendas detuvo el avance del ejército sueco, ávido ahora de acabar con las fuerzas del Sacro Imperio Romano Germánico y sus aliados, entre los que se encontraba España. «Madrid consideró que era obligado decantarse con armas y dinero a favor de la Casa de Austria, no sólo por vinculación dinástica, sino también por motivaciones religiosas y políticas. Una derrota aplastante del Imperio habría dejado a España aislada en Europa», completa Laínez en su obra.

La situación se hizo definitivamente insostenible cuando el ejército sueco, acompañado de sus aliados sajones, avanzó sobre el sur de Alemania poniendo en jaque a las tropas imperiales. Sin tiempo que perder, España comenzó a equipar con picas y mosquetes a sus tercios, había llegado la hora de combatir y derramar sangre a favor de los aliados.

Para ello, se formó en Milán un ejército al mando del cardenal-infante Fernando de Austria, hermano del rey Felipe IV, con el objetivo de apoyar a las fuerzas imperiales de Fernando II. «El ejército expedicionario que salió de Milán integraba una formidable fuerza compuesta por unos 14.000 infantes, 3.000 soldados de caballería y 500 arcabuceros montados», determina Laínez en su libro.
Llegada

Tras partir, las huestes hispanas lograron tomar dos plazas fuertes enemigas antes de llegar a Nördlingen, una pequeña ciudad ubicada en el sur de Alemania que estaba siendo sitiada por tropas imperiales. Así, el 2 de septiembre de 1634, las fuerzas españolas se unieron a las tropas asaltantes con la intención de arrebatar el emplazamiento a los protestantes.

Sin embargo, este objetivo no sería nada fácil de realizar, pues los mandos suecos y sajones también habían desplazado sus tropas hasta Nördlingen para, de una vez por todas y a costa de todas las vidas que fueran necesarias, detener la contraofensiva católica. Aquel día se decidiría el destino de muchos soldados frente a una preciosa tierra hasta entonces virgen de muerte.


Batalla de Nördlingen

«Las fuerzas hispano-imperiales superaban entonces los 30.000 hombres, de los cuales unos 20.000 eran de infantería, con 32 cañones. En esa fuerza se contaban dos tercios viejos españoles, que mandaban Idiáquez y Fuenclara; cuatro napolitanos […]; y tres de Lombardía […] Además, había dos regimientos alemanes de infantería bisoños. […] La caballería contaba con varios miles de excelentes jinetes, croatas en su mayor parte», señala Laínez.

Por su parte, el ejército protestante –al mando de Gustav Horn y Bernardo de Sajonia-Weimar- presentó ante las fuerzas católicas un ejército de 16.300 infantes, 9.300 caballeros y 54 piezas de artillería. Podían ser menos en número, pero sus temidas y revolucionarias tácticas militares les convertían, sin duda, en unos enemigos muy difíciles de derrotar.
Disposición de las tropas

Afiladas las espadas, abrillantadas las armaduras y preparados los arcabuces ahora sólo quedaba organizarse para plantar cara a los bravos protestantes. Como explica Laínez en su libro, cuando amaneció el 6 de septiembre el ejército enemigo se desplegó al noroeste, entre la ciudad de Nördlingen (ubicada a la izquierda de su flanco) y un bosque cercano que cubría el lateral derecho de su ejército.

De forma concreta, el ejército enemigo se encontraba dividido en varios grupos. «El enemigo avanzaba dividido en dos alas. La derecha, y más potente, al mando del general sueco Horn, con 9.000 soldados de infantería y 4.000 jinetes. La izquierda, que mandaba Bernardo de Sajonia Weimar, […] incluía 25 escuadrones de caballería y tres regimientos de infantería, con toda la artillería», sentencia el periodista español.


Batalla de Nördlingen

Frente a ellos se hallaban las tropas hispano-imperiales, que tomaron posiciones entre la colina de Albuch (delante del flanco derecho de los protestantes) y la ciudad de Nördlingen. En cuanto a su despliegue, los católicos formaron una línea dividida en tres cuerpos. «El principal ocupaba la estratégica posición de Albuch […] flanqueado a derecha e izquierda por 12 escuadrones de caballería. Detrás de algunos regimientos alemanes y algunos tercios italianos […] estaba el viejo tercio español de Martín de Idiáquez», señala el experto.

A su vez, el ejército imperial se completaba con las fuerzas del duque de Lorena, ubicadas a la izquierda de la colina, la caballería a las órdenes de Mathias Gallas y los jinetes ligeros de Croacia. «El cuerpo de reserva, mandado por el marqués de Leganés, tenía unos 7.000 infantes y 1.500 caballos», completa Laínez.

Comienza la batalla

El 5 de septiembre -y tras un intento frustrado del ejército protestante de tomar durante la noche una de las posiciones imperiales- los católicos se lanzaron a la carga desde Albuch, lugar que ofrecía una gran ventaja estratégica y en el que se libró la mayor parte de la contienda.

En principio, varios regimientos alemanes pertenecientes al ejército hispano-imperial se abalanzaron sobre el bosque cercano que cubría el flanco derecho del ejército enemigo. Sin embargo, fueron detenidos drásticamente por el fuego de las tropas suecas que, haciendo honor a su entrenamiento, descargaron una ingente cantidad de plomo sobre los católicos.

Ahora les tocaba el turno a los oficiales protestantes que, conocedores de la importancia de tomar Albuch, enviaron a su caballería de choque colina arriba con la intención de hacer huir a la infantería católica. Eran momentos tensos, pues, a pesar de que uno de los tercios napolitanos logró resistir el fuerte envite, el enemigo comenzaba a abrirse camino a base de espadazos.

«Los suecos estaban a punto de cantar victoria cuando estalló un almacenamiento de pólvora abandonado por los católicos en su retirada. La devastadora explosión tuvo un efecto inesperado y provocó cientos de muertos en las filas protestantes», destaca, en su obra, el experto español. Esa explosión, casi venida del cielo, dio además algo de tiempo a las tropas católicas para reorganizar sus filas y prepararse para la defensa.
Improvisación contra ingenio

En las horas siguientes, los protestantes hicieron acopio de todas sus nuevas tácticas militares para derrotar al ejército imperial. Así, las continuas descargas de mosquete comenzaron poco a poco a hacer mella en los tercios españoles e italianos, que, con el paso del tiempo, empezaron a acusar las bajas.

Sin embargo, los oficiales enemigos no contaban con el ingenio latino de los tercios hispanos e italianos. «Los veteranos de los tercios improvisaron una eficaz y arriesgada maniobra. En el instante de la descarga se agachaban para evitar las balas. A continuación, arcabuceros y mosqueteros recomponían la formación y hacían fuego demoledor casi a quemarropa. Luego se protegían tras las filas de picas», sentencia Laínez.

En las horas siguientes, los tercios, entre los que sobresalió uno de los españoles, tuvieron que hacer frente a las continuas acometidas protestantes. Sin embargo, y aunque no contaban con nuevas y revolucionarias tácticas, tenían de su parte la experiencia de decenas de batallas a lo largo y ancho de Europa, algo que les acabó dando la victoria.
Avance sobre el bosque

Mientras en el flanco contrario los protestantes estrellaban inútilmente su caballería contra las tropas imperiales, el grueso del combate seguía situándose cerca de la colina de Albuch. Allí, una parte de la infantería española, avivada por la tenaz resistencia llevada a cabo hasta ese momento, cargó contra los protestantes situados cerca del bosque a pica y espada.

Horas después la experiencia comenzó por fin a ser una ventaja y los defensores protestantes del bosque dieron un paso atrás. Tras una inmensa cantidad de horas sudando por su país, acababan de firmar su sentencia de muerte con tan solo ceder unos metros de terreno. Y es que los oficiales católicos no dudaron y enviaron la infantería española que quedaba protegiendo la colina de Albuch en un cruento ataque final.

Eran las 12 del mediodía cuando, superados en todos los frentes, los protestantes soltaron sus armas y tocaron a retirada. Al final, las revolucionarias estrategias del ya fallecido Gustavo Adolfo no habían podido contra miles de picas clavadas en tierra. El tiempo de los tercios llegaría a su fin pero, sin duda, no sería en aquel día.
Muertos y más muertos

Una vez acabada la contienda se procedió a examinar los cadáveres y contar los fallecidos. «Al anochecer […] unos 12.000 protestantesyacían muertos en el campo de batalla y 4.000 más, entre ellos Gustav Horn, habían sido hechos prisioneros. Nördlingen cayó inmediatamente y los restos del ejército derrotado, bajo el mando de Bernardo de Sajonia-Weimar, se retiraron a Alsacia», señala, en este caso, Parker. Por su parte, los católicos, que habían conseguido un gran triunfo y se habían sobrepuesto a la modernidad, tuvieron que llenar casi 2.000 ataúdes.


Fuente: abc.es

domingo, 16 de septiembre de 2018

El Museo del Ejército mostrará la historia de la Academia de Infantería



Soldados en una de las juras de bandera de la Academia de Infantería de Toledo


Esta exposición temporal podrá visitarse del 19 septiembre y al 31 de octubre


El Museo del Ejército va a inaugurar el 19 de septiembre una exposición que recorrerá la historia de la Academia de Infantería de Toledo desde su creación hasta sus actividades académicas y sociales en la ciudad de Toledo.

La exposición temporal «Toledo y la Academia de Infantería, una misma esencia» se ha dividido en cinco bloques temáticos, sobre simbología, recorrido fotográfico, el alumno y su formación, enseñanza y actividades académicas e integración de la Academia en actos sociales de Toledo.

La muestra se podrá visitar en la sala de exposiciones temporales entre el 19 septiembre y el 31 de octubre e irá acompañada de actividades como la conferencia sobre la Academia de Infantería que ofrecerán la víspera a la inauguración (el 18 de septiembre) los historiadores José Luis Isabel Sánchez y Rafael del Cerro Malagón, según ha informado hoy el Museo

La Academia de Infantería de Toledo es un centro de formación militar del Ejército de Tierra español encargado de ofrecer formación básica, especialización y formación de oficiales y suboficiales del Arma de Infantería.

Creada con el nombre de Colegio de Infantería en Toledo, en 1850, su sede histórica en el Alcázar fue destruida durante la Guerra Civil y hasta 1948 no regresó a la capital regional, en un edificio de nueva construcción de estilo neorrenacentista, obra de varios ingenieros militares.


Fuente: abc.es

martes, 7 de agosto de 2018

Alemania plantea el retorno del servicio militar obligatorio


«Necesitamos el servicio militar obligatorio y debería ser para hombres y mujeres», aseguró el diputado conservador Patrick Sensburg, teniente coronel en la reserva



La Unión Cristianodemócrata (CDU) de la canciller alemana, Angela Merkel, se plantea reintroducir el servicio militar obligatorio para hombres y mujeres, según medios locales.

La secretaria general de la CDU, Annegrett Kramp-Karrenbauer, muy cercana a la canciller, baraja esta idea y estudia la posibilidad de incluirla en el nuevo programa de la formación, que se aprobará en un congreso este otoño, según informa hoy el diario «Frankfurter Allgemeine Zeitung».

Aún no se ha perfilado por completo la idea y no se descarta por el momento que finalmente se abogue por una fuerza de voluntarios.

Kramp-Karrenbauer no se ha pronunciado abiertamente al respecto, al igual que la canciller, que guarda silencio, mientras algunas figuras relevantes de la formación empiezan a posicionarse.

«Necesitamos el servicio militar obligatorio y debería ser para hombres y mujeres», aseguró al rotativo el diputado conservador Patrick Sensburg, teniente coronel en la reserva.

El servicio militar, argumentó, vuelve a tener sentido en un contexto internacional más incierto.

Oswin Veith, diputado de la CDU y presidente de la Asociación de reservistas de la Bundeswehr (ejército alemán), se mostró también a favor de volver al servicio militar obligatorio. «Debería durar doce meses y ser obligatorio para hombres y mujeres a partir de los 18 años», consideró.

El servicio militar dejó de ser obligatorio el 1 de julio de 2011, a partir de una decisión del segundo Ejecutivo liderado por Merkel, una coalición de conservadores y liberales.

Fuente: abc.es

miércoles, 25 de julio de 2018

¡Santiago y cierra, España!' no significa lo que usted cree.





"¡Santiago y cierra, España" no significa los que el viejo mester de progresía ha hecho creer a generaciones enteras de españoles, empezando por el pobre Sancho Panza que, en el Quijote, muestra su pasmo sobre el significado de la frase perguntándose si " por ventura es que España está abierta y es menester cerrarla". Sancho Panza, como millones de españoles, antes y después de él, ignoraba el valor y la función de ese signo de puntuación que es la coma, en la misma medida que Felipe González y sus genios propagandísticos cuando redactaron el famoso lema del Referéndum OTAN. ¡Ay, las comas! que mal colocadas, ninguneadas o soslayadas te cambian el sentido de una frase y de la voluntad del que la expresa. De ahí que los notarios abominen de los testamentos ológrafos.

"¡Santiago y cierra, España!" no es, pues, de ninguna manera, ese grito endogámico de la España tenebrista, cerrada sobre sí misma, enemiga de la libertad y del progreso que todos los que se han permitido el lujo cultural de escupir sobre nuestra propia Historiahan proyectado y fomentado con mucho éxito, por cierto. Desde el más tonto al más listo; como por ejemplo, Ramón María del Valle-Inclán, quien en su obra "Luces de Bohemia", pone en labios del modernista Dorio de Gádex "Santiago y abre España, a la libertad y al progreso". Aún sin quererlo, acierta Valle-Inclán. Claro que el acierto azaroso, surgido de la voluntad expresa de querer decir todo lo contrario, es la peor forma de acertar porque, efectivamente, "¡Santiago y cierra, España" nace de la firme voluntad de los españoles de conquistar su libertad y, a partir de ella, el progreso que convirtió a España en la primera potencia mundial durante siglos y en todos los órdenes, no solo el militar, también el cultural, científico y artístico.

La voz "¡Santiago y cierra, España!" nace en la Reconquista, concretamente en la batalla de las Navas de Tolosa. Descompongamos la frase: Santiago, invocación al Apóstol, patrón de España, del que hoy ni el Rey de la tierra que él evangelizó se acuerda. Está tan liado, el pobre, que hasta con la Historia de su Patria se ha hecho un lío. Cierra, voz castrense mediante la cual se ordenaba cerrar el cuadro de las formaciones de infantería y de las brigadas de caballería buscando acometer al enemigo, acortar distancias con él y trabar combate. Nada que ver, por lo tanto, con la interpretación, incluso valleincalnesca, de cerrar, en el sentido de clausurar, España a la libertad y el progreso. Después viene la coma, signo de puntuación de pausa que separa el término cerrar del nombre de España. Por lo tanto, para todo aquel que sepa leer no se quiere decir, de ninguna manera, cerrar España como quien cierra una puerta para que nada ni nadie entren, dejando aislados a los que están al otro lado. No. Finalmente y después de la coma, España como invocación a la Patria por la que se va a luchar, a morir y a vencer, siempre con la intercesión de Santiago, en el inminente combate.

Gracias a la invocación "¡Santiago y cierra, España", nacida en la Reconquista y utilizada también por los Ejércitos Imperiales españoles, España se abre al mundo, conquista el mundo y el mundo acaba hablando español porque los Tercios Viejos cerraron sus cuadros sobre la geografía universal. Si España se hubiera cerrado, como sostienen los juglares del viejo mester de progresía, hoy más de medio mundo no sabría qué significan libertad y progreso.





viernes, 20 de julio de 2018

El EZAPAC incorpora la aeronave más pequeña del Ejército del Aire





El Escuadrón de Zapadores Paracaidistas (EZAPAC) acaba de incorporar a sus equipos la aeronave más pequeña del Ejército del Aire. Se trata del micro-UAV (avión controlado remotamente) PD-100 Black Hornet que mide apenas 10 centímetros de longitud.

Este micro-UAV o RPAS, un sistema aéreo pilotado por control remoto, es controlado desde una pequeña consola, en la que se reciben imágenes de alta resolución. A sus 10 centímetros de largo, se le unen sus 2,5 centímetros de ancho y 18 gramos de peso. La clave del éxito está en instalar hasta tres micro cámaras, operando en vuelos de casi media hora, facilitando así la información del objetivo sin ser detectado.


El EZAPAC recibe el sistema PD-100 Black Hornet dentro del programa RAPAZ de la Dirección General de Armamento y Material (DGAM) del Ministerio de Defensa, que une así sus capacidades a una veintena de países de la OTAN que usan dispositivos similares. Más de 5.000 Black Hornet de la firma noruega FLIR UAS han sido vendidos hasta la fecha.

Por otro lado, este sistema también está siendo operado por el Mando de Operaciones Espaciales (MOE) del Ejército del Tierra y estará en servicio en la Fuerza de Guerra Naval Especial (FGNE) de la Armada.
Estamos ante un sistema idóneo para fuerzas como el EZAPAC, que constituyen la vanguardia del Ejército del Aire, capacitadas para llevar a cabo operaciones especiales aéreas.





Fuente: http://www.lqtdefensa.es